Lamb of God y Parkway Drive en Chile: La Insurrecta Noche de Brutales Reencuentros

Escrito por Karin Ramírez Raunigg – Fotografías por @Pedroaceituno gentileza Transistor
Con el Teatro Caupolicán casi en su total capacidad, Parkway Drive apuesta por clásicos de la memoria emotiva de miles que crecieron en el metalcore, mientras que Lamb of God apuesta por himnos que marcan su carrerra.
Desde la confirmación de que dos titanes volverían a territorio nacional, minutos bastaron para que miles comenzaran a reproducir a Parkway Drive en clave “Ire” (2015), “Reverence” (2018) u “Horizons” (2009), e incluso ahondar en la histórica trayectoria de Lamb of God con “New American Gospel” (2000), “As The Palaces Burn” (2003) o sucumbir ante clásicos del “Ashes of Awake” (2004).
El público comienza a congregarse en las inmediaciones del recinto desde temprano horario, nadie desea quedar fuera de está mítica noche de regresos, por lo que buscar y luchar por los mejores puestos, es una batalla que se toma con todo lo que eso implica, y eso muy bien lo saben los fanáticos y fanáticas acérrimas de Lamb Of God.
Con el Teatro Caupolicán casi en su máxima capacidad, asistentes disfrutan con extremada rudeza los minutos que los separan de experimentar en primera persona clásicos que marcaron sus vidas. Las luces se apagan abruptamente, y desde el lado derecho del escenario Luke Kilpatrick, Jeff Ling, Ben Gordon, Jia O’connor y el enigmático Winston McCall toman posiciones.
“Glitch” fue kick off de esta jornada, sencillo que captura la esencia de su último trabajo discográfico “Darker Still” (2022), álbum que toma relevancia en su carrera por la madurez sonora y estilística, pero también por configurar el concepto de la salud mental como un tópico relevante en todo proceso creativo. Le sigue “Prey”, “Carrión” y “The Void”, y así los australianos nos mandaron tres clásicos en menos de 20 minutos.
“Soul Bleach” es el track que marca el inicio de la segunda mitad de la presentación. “Vice Grip” vuelve a encender la centena de almas que se congregaron en esta parte de la capital nacional. “Dedicated” funciona como la gran antesala a “Karma”, icónico track del mítico “Deep Blue” (2010) que se transformó en el soundtrack de miles de adolescencias, razón por la que el Caupolicán se volvió testigo del moshpit más álgido del regreso de Parkway Drive a suelo nacional.
Con un imponente atuendo blanco, se marca estética que configura el tour “Dark Still” (2022), Winston McCall se conecta con su público chileno, recordando que han pasado exactos 12 años desde su gran debut en nuestro país. Con efusivo y punzante afecto, la banda configura su cierre de la mano de “Ire” (2015) con “Bottom Feeder” y “Crushed”. Sin embargo, la banda se niega a dejar el escenario sin antes dar la estocada final con “Wild Eyes”.
Las guitarras se articulan con la memoria emotiva, la misma que se materializa en la voz de todos y todas quienes abrazaron “Wild Eyes” en la complicidad más absoluta de almas en eterna desgracia. La banda se toma su tiempo para hacer un cierre más cercano, la gente perceptiva a este noble gesto, le responde entre vítores. La banda deja el escenario, pero los cientos de asistentes convocados, dan cuenta que esta noche no será algo que olvidarán pronto.
Las luces se vuelven a encender, los equipos técnicos de ambas bandas comienzan a moverse con especial rapidez. El público en incandescente rebeldía, comienza a bajar desde las gradas a cancha general. Peligrosa acción que se repitió por más de 15 minutos donde decenas de asistentes no midieron consecuencias, puesto que la batalla por encontrar las mejores posiciones no escatima en riesgos.
Entre icónicos tracks de la escena, la tensa espera se vuelve una constante de desorden, euforia y vacilación. Las luces se vuelven a apagar, un silencio abrupto motiva a las y los asistentes a tomar desde el frente la insurrección en clave norteamericana. Solo segundos bastaron para que Lamb of God irrumpa sin miedo sobre el Teatro Caupolicán, y con cuatro acordes los cientos de asistentes pierden la cabeza e identifican a “Memento Mori”, como el track que catapultará esta sublevada velada.
Desde “Ruin” a “Walk With Me in Hell” desenvocando en “Resurrection Man”, la banda no escatima en energía. El público en profunda euforia comienza a lanzar todo a su alcance, cada moshpit se vuelve más rudo que el anterior. Acá todas y todos se riden a los pies de la euforia, incluso quienes se ubican en los bordes del recinto, volviéndose cautivos y cautivas de esta presentación.
“Ditch” marca la antesala a “Now You’ve got Something to Die For”, himno de su álbum magistral “Ashes of the Wake” (2004), y que también es un clásico de sus presentaciones en vivo, ya que se ha tomado toda la atención de las presentaciones que han tenido como protagonista al pueblo chileno, marcando la pauta de su visita en el año 2010, 2012 y 2015 respectivamente.
“Contractor”, “Omerta” y “Set to Fail”, fue el camino que tomó la banda para posicionarse como los verdaderos ideólogos de la vehemencia en esta parte de la gran capital. Entrados a “Omen”, Mark Morton, Willie Alder, Jhon Campbell, Art Cruz y Randy Blythe recalcan que el objetivo de esta visita se enmarca en su último trabajo discográfico, que lleva por nombre el mismo de éste sencillo.
“11th Hour” y “512” son las canciones que marcan el inicio del fin de Lamb of God en su visita a suelo nacional. La energía no para, solo segundos son los descansos que toma la banda, y por consecuencia, el público asistente, para continuar con la euforia en su más álgido punto. La triada que sella esta presentación fue una fina selección que las y los fanáticos acérrimos agradecen, porque “Vigil” y “Laid to Rest” se disfrutan desde las vísceras, pero “Redneck” se disfruta con el alma.
Se cierra una de las jornadas más épicas en términos de reencuentros. Parkway Drive enciende la memoria emotiva de las adolescencias que crecieron al son de aquel metalcore que se tomó nuestros dispositivos de reproducción en tiempos donde el streaming aún no existía. Pero también nos despedimos en rebeldía con Lamb of God en nuestras espaldas, como recuerdo vívido de “As The Palaces Burn” (2003) y “Ashes of The Wake” (2004) serán piezas y expresiones culturales históricas de un Groove metal que trasciende la caricaturización de las comunidades estáticas del metal.
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