Hasta que te encontré – Lugar para comer

Texto por Ana Oneda / Fotos por @godoyphotoshoot
Mesas de madera forradas en vinilo azul, patas de metal reposando sobre un piso de estampa geométrica con tonos calientes. Sacar una bandeja, elegir una ensalada, servirse una sopita, un vaso de jugo y saborear en el plato de fondo (en ese caso un pescado frito con puré) la nostalgia de la casa de la abuela.
Está ubicado en una de las puertas de fachada continua del barrio Matta Sur, cuyo entorno es una aclimatación a la experiencia de almorzar en el Hasta que te encontré – Lugar para Comer. Allí, los celulares y las teles HD se borran, reemplazados por conversas y buena comida. Eso es lo que nos ofrece: una oportunidad para contemplar y digerir en calma, recordando una época desconectada, familiar.
El lugar fue fundado por Francisca Vilches y Fernando Domínguez hace aproximadamente un año y medio. “La idea surgió de la noticia de que la dueña anterior de este local, que ha funcionado como restaurant desde hace varias décadas, se iba. Nos tentó mucho las ganas de tomarlo y acondicionar un espacio que, en el fondo, nos hace resucitar un poco tiempos pasados, pero a través de la guata, de la comida como un cariño”, cuenta Francisca.
La dupla entonces se apropió del espacio y lo transformó. Lo que antes era oscuro, “de trámite”, con la tele prendida y gente que venía de paso, ahora fue tomado por la calma de la vida de barrio. “Pensamos que cuando la gente no tiene mucho tiempo para almorzar, está bueno que sea un momento en el que uno recargue energía y disfrute. Que se vaya contento para aprovechar el resto del día”, comenta Fran. A dos puertas del local está la casa de la pareja, que es también la productora Hasta que te encontré. Allí, conviven con el mismo concepto de preservar y valorar objetos ya obsoletos, olvidados, pero con gran valor histórico y sentimental.
Fernando cuenta, por ejemplo, que las mesas que están ahora en el local pertenecían a otra picada que fue demolida por una inmobiliaria. “Un día entré a esa fuente de soda preguntando por las mesas, si tenía algunas sobrando para comprarlas. La señora me dijo ‘llegaste en el momento justo’. Le habían pedido el espacio para construir un edificio de estos tan bonitos que hacen en la ciudad. Al final, con un amigo terminamos desarmando el local entero. Traje incluso la mampara de la entrada, con lo que estaba escrito y todo”. Así explica que, más allá de acumular decoración u objetos, lo que buscan es la historia. “Me interesa de donde viene la cosa, no solo comprar para tenerla. Eso no tiene sensibilidad. Me gusta conectar con la gente y sus recuerdos”, afirma Fer.
“Vamos desarrollando una cocina sin rebusques”
El Hasta que te encontré – Lugar para Comer es una oda a la preservación de costumbres y relaciones humanas. Un ejemplo es Lili, la cocinera que se quedó como herencia del local anterior. Javier Aviles, chef y administrador del lugar, hace gracia: “competimos para ver quién cocina más rico”. La verdad es que, al mantener la mano de Lili, lograron mantener también las personas que almorzaban ahí a diario. “Hay una mesa de tres tipos que vienen siempre. Esta es la tercera gestión del negocio y ellos vienen desde que abrió el primer local aquí”, cuenta Javier.
“Juntos vamos desarrollando la cocina de abuela, clásica chilena, sin rebusques, pero con productos frescos”, explica. El menú cuesta $3.500, incluida ensalada, jugo, sopa, plato de fondo y postre, todo servido en estilo buffet. Hay opción vegetariana. Así, reúnen a los trabajadores y gente del barrio con personas que vienen de más lejos, todos buscando comer rico y vivir la experiencia de pasar el rato en un lugar nostálgico y buena onda.
Abren fines de semana por medio, con menú un poco más elaborado, siempre evocando al sabor casero. “No hacemos puré de papa industrial, no hacemos sopa de sobre, nada de eso. Todo se hace natural. Lo mismo con las pastas: hacemos pastas caseras, ñoquis… distintas cosas que se nos van ocurriendo. Aquí no es nada congelado, por lo mismo no siempre sé qué habrá de menú al día siguiente”, explica Javier. La gracia es que no importa cuál sea el menú, ya que ciertamente saldrás sorprendido con la calidad de la comida a un precio accesible”.
Para saber las fechas de funcionamiento y los menús diarios, los puedes seguir en su Instagram.
“Nos atrae la desactualización”
En Hasta que te encontré, los objetos que muchos consideramos basura recobran vida y cumplen su papel perfectamente. “No voy a poner una máquina de coser de adorno. Acá todo lo que hay funciona y es usado para lo que está hecho, aunque sean cosas antiguas”, detalla Fernando.
“Yo creo que nos atrae la desactualización. Eso puede ser desde el primer celular: se te olvida lo grande que era. Quizás no hace tanto tiempo, pero está obsoleto y remonta a un pasado”, comenta Fran.
Todo eso está plasmado en cada detalle, incluso en las personas que lo frecuentan. “No solo en el consumo, pero en un aspecto social y humano también. La gente es desechable, las redes sociales nos separaron. Hay un egoísmo notable, poca sensibilidad y poco amor. Si vienes a nuestro local, hay mucha cabeza metida, mucha historia, ¿me entiendes?”, pregunta Fernando. No es difícil entenderlo. Ir al Hasta que te encontré es revivir la época en que no había celular, cuando el día corría por su propia cuenta, cuando los niños pateaban la pelota en la calle y los vecinos hacían comunidad.
Allí, todo el entorno te hace rememorar y repensar el rumbo que llevó nuestra acelerada actualización. “Antes las cosas eran más sencillas. Puede ser que esta sobreestimulación de información haga todo más complejo. Las relaciones humanas, la manera de comunicarse. Pero creo que el péndulo es sabio y hay una tendencia a volver a lo básico, sin ser hippie, sin moda, sino la verdadera sencillez del espíritu”, dice Fran.
“Es trabajar menos, estar menos pendientes del teléfono y vivir. Tener tiempo para el deporte, estudiar, compartir con los amigos. En algunos lugares eso está volviendo. Ahora esa gente es cool y me parece bien”, finaliza Fer.
Hasta que te encontré – Lugar para Comer
Cuevas #1390-A – casi esquina Victoria
Barrio Matta Sur – Santiago